«Debemos aprender a coser, pues es una de las primeras obligaciones que la sociedad nos exigirá el día de mañana.
La mujer que ignora el arte de la costura estará siempre en manos de la modista y si su fortuna no le permite que le hagan sus vestidos, irá siempre mal arreglada»
Este es un fragmento de un libro de mi madre de cuando era pequeña, de eso hace ya más de sesenta años.
Me llama la atención porque en la era de la tecnología yo y muchas otras mujeres de las más diversas edades vamos a clase de Patronaje, Corte y Confección.
Sentí la necesidad de aprender a coser, de saber cómo subir los bajos de un pantalón, cambiar una cremallera, cosas básicas…
Pero la costura te engancha y una vez que comienzas no puedes dejarlo.
Para mí es la mejor forma de desconectar mi mente de los problemas cotidianos.
Mientras estoy cosiendo no pienso en nada más, además de que desarrollo mi creatividad.
Admiro a las mujeres de antaño que con tan pocos recursos confeccionaban la ropa para su familia.
Ser modista era una profesión muy cotizada en el pasado.Una salida laboral para las mujeres.
Cuántas mujeres cosían en casa para ayudar a la economía familiar mientras hacían sus labores domésticas, cuidaban de los niños y ancianos.
Cuenta mi madre que en el mundo rural las modistas iban por las casas con sus máquinas de coser encima de la cabeza.
Y confeccionaban la ropa para la casa y la familia, ropa de cama, ropa interior, ropa para vestir… a cambio de un pequeño salario y manutención.
El oficio de modista lo aprendían las unas de las otras.
No iban a escuelas de Diseño ni de Corte y Confección, eran autodidactas.
Adoro escoger las telas, me encanta su colorido…su textura, no puedo resistirme a sentir su tacto.
